¿Qué es el
Perdón?
El perdón reconoce que lo que pensaste que tu hermano te había hecho en
realidad nunca ocurrió. El perdón no perdona pecados, otorgándoles así
realidad. Simplemente ve que no hubo pecado. Y desde este punto de vista todos
tus pecados quedan perdonados. ¿Qué es el pecado sino una idea falsa acerca del
Hijo de Dios? El perdón ve simplemente la falsedad de dicha idea y, por lo
tanto, la descarta. Lo que entonces queda libre para ocupar su lugar es la
Voluntad de Dios.
Un pensamiento que no perdona es aquel que emite un juicio que no pone
en duda a pesar de que es falso. La mente se ha cerrado y no puede liberarse.
Dicho pensamiento protege la proyección, apretando aún más sus cadenas de
manera que las distorsiones resulten más sutiles y turbias; menos susceptibles
de ser puestas en duda y más alejadas de la razón. ¿Qué puede interponerse
entre una proyección fija y el objetivo que ésta ha elegido como su deseada
meta?
Un pensamiento que no perdona hace muchas cosas. Persigue su objetivo
frenéticamente, retorciendo y volcando todo aquello que cree que se interpone
en su camino. Su propósito es distorsionar, lo cual es también el medio por el
que procura alcanzar ese propósito. Se dedica con furia a arrasar la realidad,
sin ningún miramiento por nada que parezca contradecir su punto de vista.
El perdón, en cambio, es tranquilo y sosegado, y no hace nada. No ofende
ningún aspecto de la realidad ni busca tergiversarla para que adquiera
apariencias que a él le gusten. Simplemente observa, espera y no juzga. El que
no perdona se ve obligado a juzgar, pues tiene que justificar el no haber
perdonado. Pero aquel que ha de perdonarse a sí mismo debe aprender a darle la
bienvenida a la verdad exactamente como ésta es.
No hagas nada, pues, y deja que el perdón te muestre lo que debes hacer
a través de Aquel que es tu Guía, tu Salvador y Protector, Quien, lleno de
esperanza, está seguro de que finalmente triunfarás. Él ya te ha perdonado,
pues ésa es la función que Dios le encomendó. Ahora tú debes compartir Su
función y perdonar a aquel que Él ha salvado, cuya inocencia Él ve y a quien
honra como el Hijo de Dios.
Solidaridad
La solidaridad es
una de los valores humanos por excelencia, del que se espera cuando un otro
significativo requiere de nuestros buenos sentimientos para salir adelante. En
estos términos, la solidaridad se define como la colaboración mutua en la
personas, como aquel sentimiento que mantiene a las personas unidas en todo
momento, sobretodo cuando se vivencia experiencias difíciles de las que no
resulta fácil salir.
Debido
al verdadero significado de la solidaridad no es de extrañarse que escuchemos
este término con mayor frecuencia cuando nos encontramos en épocas de guerra o
de grandes de sastres naturales. De este modo, gracias a la solidaridad es
posible brindarle una mano a aquellos que resultan menos favorecidos con este
tipo de situaciones.
Como
vemos, la solidaridad es más que nada un acto social, una acción que le permite
al ser humano mantener y mantenerse en su naturaleza de ser social. Debido a lo
anterior es que resulta fundamental fomentar y desarrollar la solidaridad en
todas sus aristas, ya que no sólo será necesario llevar a cabo las acciones de
las que se requerirá en momentos de guerra o desastres naturales, sino que será
fundamental de aplicar cuando alguno de nuestros seres queridos, ya sean amigos
o familiares, tengan algún problema en el que nuestra ayuda o compañía sean un
aporte para mejorar en cierto modo la situación.
Amar a dios sobre todas las cosas
Existe un solo Dios, Creador de
todas las cosas. El primer deber del hombre es reconocerlo como su Dios y
Creador, darle gloria y el culto debido, amarlo. Amamos a Dios sobre todas las
cosas cuando le obedecemos sin condiciones y estamos dispuestos a perderlo todo
antes que ofenderlo.
Este es un mandamiento del cual poco nos confesamos y no obstante,
¡cuántos desamores cometemos! Hay que amar a Dios con todo el corazón y con
toda el alma, como corresponde a nuestra condición de hijos de Dios.
La Palabra de Dios nos revela a
Dios como nuestro único bien, el que por amor nos ha creado y nos perdona la
infinidad de veces que le fallamos. Ante Él somos capaces de reconocer nuestras
grandezas y miserias, por lo que nuestra plena felicidad la encontramos solo en
Él en la medida en que lo amamos con todas nuestras fuerzas.
El
amor a Dios, se realiza cuando aceptamos y adoramos su presencia en nuestras
vidas, en nuestro ser y hacer, cuando está presente en todas nuestras
actividades y en su nombre las realizamos.
Lo amamos cuando lo reconocemos en la naturaleza, en el amanecer o atardecer,
que día con día el mismo nos permite ver, así también cuando lo aceptamos como
nuestro creador, nuestro único y sumo bien, donde vivimos, existimos y morimos,
con la esperanza de la resurrección.
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Lo amamos cuando lo reconocemos en la naturaleza, en el amanecer o atardecer, que día con día el mismo nos permite ver, así también cuando lo aceptamos como nuestro creador, nuestro único y sumo bien, donde vivimos, existimos y morimos, con la esperanza de la resurrección.
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